LOS ABRAZOS AL MAESTRO
Un día, cuando entraba en clase, casi todos se levantaron para darme un abrazo, la compañera se reía y con una expresión de alegría se marchaba para comenzar nuestra clase.
Cuando nos vimos a las 14:00 horas me preguntaba:
- ¿Cómo te sientes?
Mi respuesta:
- Seño, muerto de miedo
-¿Cómo?
- Muy sencillo, no puedo creer que esos abrazos los merezca, ni pensar que es por mis posibles méritos porque el día que así lo piense, todos esos abrazos carecerán de sentido.
- Verás, todas las mañanas, cuando empieza la mañana, siento en el estómago eso que sólo se calma cuando estoy entre ellos y una de las cosas que me preocupan, es no saber corresponderles con tanta manifestación de cariño. Sus abrazos lejos de pretender colgarlos como medallas, son esa llamada a despertar en mi, la locura de procurar hacerles enloquecer en las clases. Cuando los recibo, te confieso que me siento minúsculo pero a la vez, el ser más grande del universo. Eso sólo lo pueden explicar ellos con la magia de su infancia.
Si algún día termina una clase, veo y compruebo que no saltan chispas de entusiasmo, fuuuuuu, la tarde es una auténtica auto-evaluación.
Porque sus abrazos son el mejor bálsamo y motivo para enamorarse de ellos, cada día un poquito más.