miércoles, 2 de enero de 2019

TRIGÉSIMO CAPÍTULO

TRIGÉSIMO CAPÍTULO


"Porque quiero que nuestras clases sean vuestras y yo seda un invitado"
Para iniciar este capítulo que, se ha hecho "el remolón" quiero empezar por definir qué entiendo por el término "clase". Dejando a un lado su etimología que da respuesta a un concepto añejo de sala donde el profesor enseña las actividades a los estudiantes que comparten un mismo grado, orden u oficio... así como tantas acepciones en base a los distintos contextos.
Para mi, una clase es aquello que no debería existir en la mente de ninguna persona, ya que el aluvión de elementos que se conjugan en un entorno así, no puede nunca responder a un espacio delimitado y en Educación, creo que hablar de clase denota torpeza de miras, anclajes y falta de expectativas.
Puedes pensar que es una estupidez pero, pienso y escribo lo que siento y cuando hablo de ser invitado a las clases, es porque así lo percibo (cada docente debería recibir una invitación para estar con ellas y ellos). Es una forma de saber que ese ofrecimiento me permite estar en sus vidas y no ya tanto como lo que yo, "presuntamente" pueda transmitirles, enseñarles, contribuir a conocerse mejor sino por los momentos mágicos que desde tu yo y el mío nos llevan a ser dragones o grillos, príncipes o mendigos, astronautas o ranas...pero juntos.
Esa clase en las que las paredes sean el horizonte y el techo, de respuesta al cielo y todo lo que ello conlleva (soñar, reír, viajar, compartir, escuchar, llorar, construir, volar, "estar", "ser", "sentir"...).
 NO quiero pensar en esa clase como juez de perfiles, barreras y etiquetas, de limitaciones y sentencias, como la que delimita sus capacidades. Ansío esa clase donde el pensamiento se convierta en el motor del aprendizaje y al decir pensamiento, yo también quiero aprender a pensar, quiero ser invitado a esas TBL Thinking Based Learning y para ser invitado he de ganarme el derecho a ser alguien que reciba, por tu parte, esa invitación, ya que así, entenderé que quieres que compartamos esta apasionante aventura.
Quizá porque así, también "caiga en la cuenta" que hasta se les podría eliminar el nombre de clase y además asociado a una letra o un número ( la organización y sus criterios serían muy distintos) y por soñar... ¿por qué no hacerlo con no tener clases homogéneas?
Este año quiero que me invites a tu clase y cuando reciba tu invitación, te invitaré a salir de ella para que, antes de iniciar la sesión en ese espacio cerrado, no lo hagamos hasta que no manifestemos cómo nos sentimos y pensar en qué podemos contribuir para que el abrazo entre la Educación y vosotros sea cada día más real y cercano.
Sea con sueño, desde la apatía, bailando o gritando, sea desde una profunda calma, desde el mutismo o la verborrea, desde la expectación más inusitada, jugando, saltando, cantando... porque considero que si desconozco cómo te sientes, es más que difícil llegar a encontrarnos. Quiero que las emociones abran todas nuestras sesiones, convertir la rigidez de las sillas en caballos que galopan hacia la imaginación, o simplemente agentes privados del don del movimiento a quienes queremos acompañar, barcos, aviones... pero sobre todo que se acabe aquello de hacer sólo lo que yo traigo programado porque es "sagrado" (que hasta puede ser cierto) porque quiero aprender de vuestras programaciones y para ello debo aprender valorar tus tiempos y aprender a escuchar, a miraros.
Porque un caracol, en tus manos, puede alcanzar la velocidad que sólo tu mente es capaz de imprimir.
Quiero ver en esas clases el estrés y tratarlo así como el tiempo de soledad, pero todo desde el campo de las emociones que suscita cada una de las experiencias que vivís porque así considero que podemos comenzar por aprender.
Una clase donde seamos capaces de encontrar el Norte en el Sur y donde el Oeste y el Este se abracen.
Por favor ¡¡¡invítame!!!







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