EL RELOJ DE MI PADRE
Cuentan que un "maestro" en sus clases, un día, hablando sobre el paso del tiempo, recordó un momento que vivió con su padre.
Un día, le regalé a mi padre un reloj digital, donde no existen las agujas que señalan, como hacemos las personas cuando destacamos lo que hacen los demás y no nos gusta.
Ese reloj ni tenía aguja grande ni pequeña, es lo mismo que pensar que nadie me dirá si lo que hago está "menos mal" o "muy menos mal".
Mi padre, al recibirlo me dijo:
-Hijo y aquí, ¿cómo se yo cuando son las doce de la noche?
-Muy fácil, papá. Cuando sean las 00:00
Le respondí.
-Pero hijo, si esa hora es la "cero" parece que el día vivido no ha valido para nada.
Ante aquella respuesta, me quedé en un silencio reflexivo y a la vez triste porque, ¿cuántos días los vivimos así?
-Hijo, ¿puedes ponerme la alarma a las "seis menos cuarto de la mañana"?
Le puse la alarma sin preguntar para qué quería levantarse mi padre tan temprano.
Pasaron los días y yo veía cómo mi padre, en momentos, veía y detenía su mirada en aquel reloj que le regalé.
En otra ocasión, mi padre me pidió que le pusiera la alarma a las "seis menos veinte de la mañana" y así lo hice. Pero en esta ocasión, me pidió que le enseñara a ponerla, a manejar el reloj.
Nos pusimos los dos y, me sentí el ser más GRANDE y ESPECIAL de la tierra, al ver cómo mi padre me prestaba una atención inusitada. Como si su vida dependiera de mi explicación.
-Gracias hijo, ya se cómo funciona,
Me sentí orgulloso de mi padre, del reloj, del momento de... todo transcurría sin más, hasta que un día le pregunté a mi padre:
- Papá, ¿ cómo va el reloj?
-Hijo va muy bien pero hay algo que no logro hacer. Verás, he intentado levantarme a las "seis menos veinticinco de la mañana" y la alarma me suena más tarde.
-Claro papá, te suena a la hora que te puse y me pediste.
Lo entendió y sin más, la tarde fue paseando hasta la noche.
A los dos días, me volvió a plantear lo mismo y con extrañeza, le puse el reloj en la hora requerida, no sin antes decirle que las duda que tuviera, me lo dijera.
Pasaron los días y, la historia se repetía, una y otra vez, hasta que un día, me planté ante él y le dije:
-Papá ¿qué sucede? ¿no te enteras de cómo funciona el reloj todavía?
-Hijo.
Me respondió él.
-Hijo, me enteré desde la primera vez que me lo explicaste. Fue un momento maravilloso, esa dulzura, cariño y dedicación en tus palabras, hicieron imposible que no aprendiera de cómo funcionaba el reloj pero...
-Pero entonces...papá, no lo entiendo
Le repliqué yo.
-Muy sencillo, hijo. Cada vez que te pido que me lo pongas en hora, que me adelantes la alarma es para disfrutar de tu explicación paciente y para agradecer a cada día, desde antes que cada día despierte, que tengo un hijo que en cada amanecer me enseña que la vida es un Don maravilloso y que, en la vida, todas las personas que templan su explicación, no una sino mil veces infinito, hacen que todos los relojes del mundo pidan que sus alarmas suenen antes.
Maestra, maestro, gracias por esa paciencia exquisita que tienes para con ellos porque:
Primero, es uno de tus grandes aprendizajes. Ellos siempre tendrán el derecho a preguntarte, las veces que quieran, poner su reloj en hora.
Y segundo, porque siempre, SIEMPRE te recordarán con el cariño de ser una de las personas que les ayudó a entender y a disfrutar del paso del tiempo.
Por cierto, ¿has mirado el día que marca este reloj? No lo hagas, porque en sus vidas, no existe los descansos ni tampoco el "ahora no". Porque si les haces caer en esa apatía, puede que algún día te digan:
-Me da igual que el reloj suene como que no.
Y ese día, todos los relojes de la clase pusieron sus alarmas a la misma hora.
La motivación es el puente que te une a ellos. El resto son recursos y estrategias. Cada reloj tiene vida en sí mismo. Ayúdales a vivir intensamente.