jueves, 6 de septiembre de 2018

VIGÉSIMO PRIMER CAPÍTULO

VIGÉSIMO PRIMER CAPÍTULO


Porque quiero que las puertas de las clases desaparezcan para siempre.
Viendo esta imagen, ¿te puedes imaginar, por un momento, ponerle puertas al mar? A ese que nos hace vivir aventuras apasionantes, al mismo que nos invita a buscar el pensamiento y la reflexión sincera, al que nos hace plantearnos tantas cuestiones, el mismo que nos mece porque nos quiere y nos envuelve en un sueño, porque nos necesita. Ese que cuando se enfada no necesita ocultarse tras un tablón rectangular de madera... pues si al mar no hay que ponerle puertas, cuanto menos a nuestros niños, porque el infinito de un horizonte, sólo llega a ser un paseo en sus privilegiadas mentes.
No quiero puertas en las aulas porque delimita la luz, la magia, la libertad de pensamientos y porque creo que quienes deben enseñarnos a vivir en la amplitud de miras, son precisamente ellas y ellos. No les hace falta más que dejarles ser niños para que mi pequeña libreta de "chuletillas" se vuelva loca anotando cada detalle que va viendo en cada mañana.
No quiero ni abrir ni cerrar puertas porque según se interprete, me pueden llevar a una nueva oportunidad o no pero esa interpretación es de los mayores. Esa a ellos no les interesa, su inmediatez no se parará NUNCA en ese consuelo que tantas veces empleamos nosotros. Porque ¿quién es quien para negar la oportunidad de perseguir un sueño o un objetivo a ellos ?
Quiero que sólo exista una puerta, el mundo y que en ese mundo, tu y yo, seamos capaces de caminar juntos. Porque hablar de puertas en Educación puede resultar sinónimo de oportunidad de aprendizajes pero el mejor aprendizaje que interiorizan los niños, precisamente no es el de las aulas sino el que llevan a la vida desde las aulas ya que, donde viven es en el mundo.
Si les preguntásemos, ¿crees que querrían llegar a tu aula y abrir la puerta? Precisamente en estos días de reuniones previas con las tutorías, que más de una niña y niño acompaña a sus familias y, desde la libertad que les confiere el ser niños, entran y salen de las aulas porque lo consideran parte de sus vidas, porque te buscan, porque no entienden esos límites absurdos que imponemos.
¿Cuántos factores hacen que una puerta se cierre? El viento, un empujón enérgico, una voz, una manivela, un despiste, un mando...pues bien, imagina que esos motivos los extrapolamos y los llevamos a la vida de un niño:
1- La puerta eres tu y tu apatía
2- La puerta eres tu y tu agrio carácter
3- La puerta es la manipulación de los momentos
4- La puerta es la humillación a "echarles" al pasillo
Si estos y otros tantos motivos se los presentamos, algunas puertas serían la obra de arte más horrenda de cualquier museo. Por el contrario, te encuentras puertas que por lo que desprenden, por lo que infunden y transmiten, es tanto que, lo que no tiene sentido es que esos espacios se delimiten.
¿Acaso te gustaría pensar que esa niña que marchó a secundaria o a la universidad, al pensar en ti lo haga como la puerta que jamás volvería a abrir?
Todo pasa por querer que les quieras, que les necesites como parte de ti y de tu crecimiento, como parte fundamental de tu aprendizaje y desde ahí, irás derribando puertas porque...
"... yo cuando era niño, pensaba que una puerta era la oportunidad de vivir algo pero, resulta que era tímido, introvertido, jamás me atrevía a abrirla..."
"... una vez me cerraron la puerta de clase y jamás quise volver a ella..."
"... cuando llego tarde a clase, la maestra cree que la culpa es mía y la puerta hace de verdugo cuando en realidad, yo ya he pagado una condena ajena a mi..."
¡¡¡ Por favor!!! no se le puede cerrar la puerta a un niño, NUNCA. Vale, los motivos se matizan pero las condenas jamás la superan y si además lo utilizamos como pobre recurso, hasta se lo toman a juego porque son tan grandes que hasta de momentos como esos, logran transformarlo.
Las puertas deberían ser invisibles y aunque acepto que se interpreten como elemento de seguridad, la mayor seguridad en Educación no consiste en cerrar ni en delimitar porque les estaremos convirtiendo en aquello que me resisto a pensar.
¿Que corren? pues claro que tienen que correr
¿Que "molestan"? pues claro que tienen que "molestar"
¿Que no callan? pues claro , haber si nos vamos enterando que nosotras y nosotros, aquí somos actores secundarios.
No quiero puertas en las aulas, un niño no debe esperar a que se abra una para creer que tiene una nueva oportunidad, porque si en verdad actuamos y creemos eso, ¿no crees que la oportunidad quien la tiene verdaderamente eres tu?
Sus vidas no pueden estar sujetas a un abrir y cerrar de puertas y llegados a este punto, cuánta pedagogía barata empleamos cuando se les va un ser querido, cuando se muere alguien. ¿puertas? no gracias, NATURALIDAD toda, si toda, con el mimo más delicado pero naturalidad. Y desde aquí animo a que esta realidad sea abordada como merece, con la importancia y trascendencia de creer que en el campo emocional de un niño, no consiste en abrir y cerrar puertas cuando nos venga en gana.
El compositor y pianista Duke Ellington decía: "Un problema es una oportunidad para que hagas tu mejor esfuerzo".
Es verdad que tras las expresiones de abrir y cerrar puertas, se encierra o se abre todo un lenguaje simbólico pero me aterra pensar que puedan ver en ese "tablón" la negación a cualquier deseo.
Deja tu puerta abierta a ellas y ellos SIEMPRE.

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