domingo, 8 de julio de 2018

DÉCIMO CAPÍTULO

DÉCIMO CAPÍTULO



Porque quiero moverme como ellas y ellos se mueven.
Alguien, hoy, me decía:
- David, para un poquito.
Consejo que aún sabiendo que nace desde su corazón, jamás podré llevar a término.
Resultar cansino, aburrido, que no leas estos capítulos, ¡vale! pues si eso es un riesgo, la verdad es que no me preocupa correrlo porque, mi pretensión es aprender a conocerles cada vez más. Además, menos aún cuando este pobre capítulo hace referencia al movimiento, menos aún cuando todas las semanas, tengo a niñas y niños que desearían moverse y no pueden o hacer unos movimientos voluntarios y saber que esos "casi" nunca podrán realizar y a esta pequeña introducción añado una simple cuestión:
- ¿Te imaginas a una niña o a un niño que te diga que hoy no tiene ganas de vivir, que mañana puede que si?
- ¿Acaso la vida se toma un tiempo para retomar fuerzas o, quizá en la debilidad es donde se encuentran?
Deseo con toda mi alma, verter en estas líneas qué supone para mí verles en movimiento.
Se afirma que el movimiento posibilita que se relacionen con su entorno, al tiempo de desarrollar sus cuerpos. Así la psicología evolutiva hace un recorrido por todo lo que denominan estadios, fases...hasta incluso establece referencias, comparaciones que... ( para otro capítulo) pero no me refiero a ese tipo de movimiento.
Hablo de esos movimientos de las niñas y niños que son la fuente e inspiración de mi creatividad, de esa imaginación que me lleva a mover el cuerpo, en el patio, como mariposa, cuando me invitan en sus juegos y creer que mis brazos son las alas más maravillosas, en ese instante, alas tintadas con sus deseos e ilusiones, interactuar con ellas y ellos, ser un privilegiado porque desde sus movimientos, me han hecho una invitación preciosa.
Quiero moverme como lo hacen porque, en clase, verles inmóviles es mi responsabilidad y, hasta debería cumplir condena si en los momentos que compartimos y vivimos juntos, no hago una ofrenda al movimiento, a intentar creer que podemos ser animales, brujas, zapateros, pastoras, croquetas vivientes que ruedan y ruedan, hasta, subidos en sus mesas, echarse a la mar en plena tempestad...
Quiero aprender a moverme como lo hacen porque es una forma de despertar alarmas y a enamorarme. Alarmas cuando veo a una niña o niño parado, pudiera ser simplemente que le apetezca pero mi tranquilidad pasa por acercarme y comprobar que es así, a partir de ahí, respetar su momento. Pero ¿y si no se mueve por otro motivo? Cuánto hay detrás de esas situaciones. Sus formas de moverse son una invitación al desinhibirse  y al contagio de los más cohibidos.
Quiero moverme como lo hacen, aprender a bailar, a saltar porque en sus movimientos me hacen ser niño, ese lenguaje del movimiento que les lleva a pensar y saben llegar a ti. Refuerzan su autoestima, exploran lo que, al igual, con otros recursos, ni se plantean.
Desde sus movimientos y espontaneidad son capaces de organizar y de poner sus ideas en acción, ese interruptor de la libertad, llamado movimiento, es capaz de levantar un campamento de ideas en base a un simple gesto. Porque en ese mundo, sus movimientos les ayudan a conocer un campo lleno de emociones que están viviendo en una carrera por hacerles sentir.
Quiero moverme como lo hacen porque me enseñan a observarles a conocerles, a introducirme en ese mundo mágico donde lo virtual se convierte en tiempos colaborativos y de interacción, donde la simulación nace en cada una y uno de ellos. Donde son protagonistas de TODO y es en sus movimientos donde se encuentran muchos aprendizajes significativos.
En no pocas ocasiones vemos a niñas y niños con movimientos poco autónomos, seguros y no es de extrañar cuando, casi que los tenemos sometidos a una permanente inmovilidad,( bueno no, sus dedos vuelan sobre superficies planas), hasta el punto de, en circunstancias normales, si les vemos caerse, montamos hasta un drama. ¡¡¡ Párate!!! ¿ has observado la reacción de una niña o niño en movimiento, jugando y se cae? Repito, en circunstancias normales, no tarda ni un parpadeo en incorporarse, sacudirse, en el mejor de los casos y reanudar su actividad. Las hay y los has  que, desde el suelo, buscan la compasión del adulto. El planteamiento del aprender a desplazarse y a moverse podría ser distinto desde una sobreprotección., ¿no crees?
Quiero moverme como lo hacen para que, en el próximo curso, algunas de nuestras clases sean un continuo movimiento, donde se pueda interpretar y dibujar con sus cuerpos.
Ojalá que el movimiento fuera la evaluación que toda persona que tiene el privilegio de estar junto a ellas y ellos debiéramos pasar, que la jerarquía en la escuela viniese avalada  por sus movimientos, ya que son quienes pueden ayudarnos a conectar y revitalizar nuestros cerebros, ya que los suyos, en gran medida están llenos de infinitos movimientos.
¿Qué tipos de movimientos harían al pensar en ti? piénsalo y si ves que se mueven poco, estás a tiempo.
"No dejéis de moveros porque así aprenderé, un poquito, a saber estar junto a vosotros"

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