domingo, 16 de septiembre de 2018

VIGÉSIMO SEGUNDO CAPÍTULO

VIGÉSIMO SEGUNDO CAPÍTULO


Porque quiero entender que mi mejor maestra, eres tu, mi niña.
Porque uno de los motivos para intentar ser maestro, nace en esa niña, en esa que llamo Emoción, sin la cual, jamás me podría plantear entrar en sus clases y menos aún, pretender ser un buen maestro. 
Ese sentimiento muy intenso de alegría o tristeza producido por un hecho, una idea, un recuerdo, etc y es en ese largo etc donde encuentro sentido a este término y le hago nacer en mi, esa niña, la que viene presentada por la liberación de neurotransmisores u hormonas que serán las que conviertan esa emoción en sentimiento y en definitiva en lenguaje, en comunicación, en deseo de conectar con ellos.
Podría enumerar casos como el de Gage, la teoría de James-Lauge, la hipótesis del hemisferio derecho de Mills, la teoría de Cannon-Bard y así hasta llegar a la Neurociencia afectiva y el campo de la Inteligencia Emocional pero nadie podrá jamás bautizar a la emoción con el nombre de cada niña y niño que te enseña a emocionarte, que comparte contigo sus emociones, que cada día te hace creer que a esa maestra se le puede tocar, se le puede acariciar, se le puede provocar y despertar, que hasta te puede llegar a contagiar.
Quiero ser maestro y que mi maestra sea esa niña para poder soñar con un estadio lleno, cantando en un concierto todo aquello que en las clases podemos sentir y que las personas presentes sientan esas emociones como suyas, porque en muchas ocasiones se nos escapa el privilegio de poder estar con ellos, de hecho, es una dimensión que se me escapa, intento imaginarla pero...
Quiero que esa emoción se respire en "las malditas" colas al entrar en el cole y que al verles y cuando me vean, se respire esa emoción contenida, la misma que sin palabras está llevando a cabo un discurso precioso.
Porque esa, mi niña, nace de cada mirada sostenida, porque son las que me hacen crecer, porque en esas expresiones, la emoción pide ir más allá, quieren que el tiempo corra pero no para irse sino para que aprenda a vivir con la intensidad que ellos lo hacen y al ritmo que lo hacen, y puede que las distancias que entre ellos y nosotros se crean, precisamente vengan generadas por intentarles hacer vivir a nuestros ritmos.
A ti Emoción, mi niña, te debo mi existir porque, explicar con palabras lo que me muestras y regalas cada mañana, sólo puedo hacerlo mirando sus caras. Porque, aunque en ocasiones la situación no sea agradable, haces que sea, precisamente en esos momentos en los que más te escucho y aprendo de ti.
Porque eres la que me enseña a parar y querer viajar a sus mentes para hacer maravilloso el momento del recreo y encontrarlo no como una vigilancia sino como un premio y aprendizaje. De hecho, todo docente debería pasar tiempo en el recreo pero dejando al docente en el aula.
Porque sin ti, la vida y todo aprendizaje queda huérfano o como dice Francisco Mora:"el cerebro sólo aprende si hay emoción"
Porque no se entiende mirar a un niño y no querer ver todo lo que te está diciendo sin palabras, no se entiende no dejar que tu mejor maestra sea esa emoción que logran provocar en ti.
En palabras de Coelho, un niño puede enseñarnos a ponernos contentos sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea.
Solamente debemos tener claro que el primer aprendizaje parte de querer, desear y necesitar vivir desde esa maestra a la que llamo Emoción.
Te invito a que cada día la dejes entrar en tu clase, en tu vida y que tomes nota de todo aquello que te regala.